Una reflexión sobre la Maledicencia, la
calumnia y la ociosidad
La muerte al mundo
profano y el consecuente nacimiento a la vida masónica, supone el punto de
partida de un nuevo camino, el mismo que para ser transitado requiere como en el
caso de cualquier trabajo que se desconoce, obtener el máximo de conocimientos
a través de lo que perciban nuestros sentidos,
de las experiencias de nuestros hermanos, y lo que nuestro propio mundo
interior a través de lo que pensamos o sentimos nos permita interpretar.
Es en esta primera
etapa que el aprendiz se da cuenta que, aparte de las ataduras provenientes de
su vida anterior que no hacen sino retrasar su paso, existe un condicionante
para sus ansias de conocimiento, es decir “el tiempo”, dado que por
mas que el se lo propusiera no podría conseguir que el día tuviera una duración
mayor a la que, sin necesidad de cuestionarlo, tiene.
Lo señalado no
debe interpretarse sin embargo, en el sentido que la nueva vida que afronta el
aprendiz implique el alejamiento y la indiferencia respecto de las actividades
que antes ocupaban su vida profana, puesto que esto sería un atentado contra su
propia naturaleza y realización, sino por el contrario, que en cada cosa, acción,
pensamiento o sentimiento, es menester que sea conciente en su mente y en su
corazón, que se encuentra en pleno viaje, y que como tal no debería –a pesar
que muchas veces habrá de encontrar tropiezos y desalientos, cuyo origen serán
en ocasiones atribuibles a el mismo, aunque no se de cuenta de ello-
distraerse, ni perder de vista el destino que tiene trazado.
Bajo este marco de
ideas, e independientemente de la connotación negativa que la ociosidad posee
como esencia y que es generalmente detestada por las diversas culturas pasadas y
presentes, podemos afirmar que esta resulta contraria al orden de las cosas y de
la naturaleza como creación del G:.A:.D:.U:., respecto de la cual todo tiene un
significado, un tiempo y un propósito.
En este orden de
ideas, cuando el 1er Vig:. refiere precisamente
en la clausura de los trabajos de 1er Gr:. que el Masón debe evitar la
ociosidad, no hace sino recordar que el tiempo resulta ser un bien finito y
limitado, y que en este sentido, no debe ser empleado en otra cosa, sino en
“debastar la piedra bruta”, en cada una de las cosas que al despedirnos de
nuestra M:. L:. debamos efectuar como parte de nuestro desempeño en la
sociedad.
Asimismo el Masón
debe evitar la maledicencia y la calumnia, puesto que constituyen desviaciones
en el camino (el propio y eventualmente el de terceros) que, en el mejor de los
casos sólo representan demoras en el viaje, y muchas veces nos llevan hacia
destinos distintos a aquél que nos hemos propuesto alcanzar.
Escapa al
presente, el análisis de las otras consecuencias derivadas de la maledicencia y
la calumnia, que en estricto, no hacen sino ejemplificar el principio de causa y
efecto.
Finalmente queda
por decir que, el hecho que el Masón deba evitar la ociosidad, la maledicencia
y la calumnia, no significa una limitación en el ejercicio de su libertad,
puesto que justamente el hecho de actuar sin pasiones, falsas apreciaciones de
los hechos, prejuicios, y reconociendo en el prójimo a un hermano cuyo
bienestar constituye el triunfo de toda la especie humana y el suyo propio, es
en definitiva la posibilidad de experimentar en plenitud la libertad de ser uno
mismo, su verdadera esencia sin limitación alguna.
Q:.H:. Miguel de Pomar
V:. de Lima, 7 de
abril de 2003