El fuego y la llama: La primera visión

 

 

En la quietud de la noche me ponía a meditar sobre el “fuego”, sugerido por un R\ H\ de mi M\L\ como materia de un trabajo susceptible de ser burilado, y las dos primeras cosas que se me permitió presentir fue que éste era un tema trascendental en la evolución de todos los seres humanos tanto en el plano material como espiritual, y que pretender acercarse a este asunto resultaba un atrevimiento propio del que se reconoce ignorante y que a la vez comparte ese inexplicable e irreflenable deseo de aprender a volar, como aquél que movía a Juan Salvador Gaviota(\).

 

Asimismo me resultó mas o menos claro que toda aproximación al tema pasaba por un análisis de la propia historia de la humanidad, y de cómo desde sus albores, el hombre viene dándose cuenta de las cosas poco a poco, paso a paso, apreciando a través de sus sentidos la presencia del fuego, en virtud a la llama, surgida a través de situaciones que escapaban a su control y que si bien podrían denominarse consecuencias de la casualidad, sería mejor atribuirlas a la demostración en la naturaleza del principio de causalidad.

 

Imaginenos por un momento a este hombre primitivo que, como producto de un rayo caido del cielo descubre que las llamas revelan la existencia del fuego, y posteriormente se da cuenta que éste es artífice de cambios y renovaciones en su entorno, y que los mismos constituyen concausas para su desarrollo.

 

En el mismo camino de la evolución aprende a provocar y utilizar dicho fuego dejando de ser dependiente del azahar y ganando para sí la posibilidad de acceder a mejoras en el plano físico directamente relacionadas con este descubrimiento, tales como reducir sus enfermedades a través de la posibilidad de modificar sus alimentos mediante su cocción, extender sus horas de vigilia, procurar protección frente al ataque de otras especies, y la alternativa de pernoctar en cuevas que lo cobijen de las inclemencias del clima.

 

Este fuego, entendido como un principio creador se encuentra presente en todos lados, pudiendo aventurarnos a decir que, así como en el plano físico puede ser despertado y convertido en llama, la que a su vez se manifiesta en la luz y el calor, encendiéndose de esta forma el motor del cambio en la materia, los individuos que se hallan en etapas superiores de la evolución tales como el ser humano, tienen dentro de sí el fuego “espiritual”, que es aquél que no quema ni se extingue(\\).

 

El fuego interno es apreciado por el Ap\ masón a través de las llamas que, quizá a lo largo de su vida profana ha podido “ver” como producto de una supuesta “casualidad”, y que responde a causas que ignora. Fuego que, a medida que va “desbastando la piedra bruta”, aprende a provocar y utilizar, empleando en este proceso, el conocimiento que le brinda la luz masónica que ha recibido, de forma tal que –al igual que aquellos guardianes del fuego en los tiempos antiguos- mantenga encendida la llama en el templo interno que tiene como tarea erigir, a efecto que la misma introduzca cambios que permitan su elevación hacia planos superiores de la existencia, o lo que, según nos ha enseñado la religión cristiana, le permita alcanzar la santidad a través de la presencia del Espíritu Santo que obra en el (Hechos de los Apóstoles 2:3,4”… y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos, y fueron todos llenos del Espíritu Santo…” ), y que finalmente no es sino aquél fuego que ha despertado en su interior, y que se convierte en amigo y guía para el camino.

 

Este primer acercamiento hacia el tema no puede dejar de lado el hecho que, si bien seremos aprendices por toda nuestra existencia, a la luz del tema del fuego espiritual, cobra especial y personal significado las enseñanzas del Gr\de Ap\ Masón, toda vez que para ser capaces de aprender a “provocar” y “utilizar” el fuego, es menester que en nuestras acciones y pensamientos quedemos despojados de todas aquéllas distorsiones, vicios y demás elementos que pertenecen a nuestra parte mundana, bajo cuyo influjo la llama del fuego interno ardería sin control, produciendo cambios sí, pero en muchos casos, perjudiciales al propio iniciado, a sus semejantes y al entorno que lo circunda.

 

V\ de Lima, 11 de junio de 2003

Q\H\ Miguel de Pomar

 

 



(\)          Personaje central del relato de Richard Bach.

(\\)    Este correlato tiene perfecta coherencia con el Principio Hermético de Vibración, y específicamente con el hecho que todos los seres tienen su propia vibración mayor o menor, acorde con el grado de elevación que posean, y que no todos los elementos son susceptibles de tener la misma intensidad en el fuego que poseen, si es que acaso la tienen.