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Los Guantes
León Zeldis, FPS, 33°
PSGC, Supremo Consejo del Rito Escocés del Estado de Israel
Gran Maestro Adjunto Honorario

Guantes

La costumbre de entregar dos pares de guantes al recién iniciado, uno para sí mismo y el otro para la mujer que más respeta, tiene una larga tradición histórica. Posiblemente, su origen se remonta al siglo X. Una crónica relata que en el año 960, los monjes del Monasterio de San Alban en Maguncia le ofrecían un par de guantes al obispo en su investidura. En la oración que se pronunciaba en la ceremonia de la investidura, se imploraba a Dios que vistiera con pureza las manos de su sirviente.

Durandus de Mende (1237-1206) interpretaba los guantes cono símbolo de modestia, ya que las buenas obras ejecutadas con humildad deben ser mantenidas en secreto.

En la investidura de los reyes de Francia, éstos recibían un par de guantes, tal como los obispos. Las manos ungidas y consagradas del rey, así como las de un obispo, no debían tener contacto con cosas impuras. Después de la ceremonia, el Hospitalario quemaba los guantes, para impedir que pudieran ser utilizados para usos profanos.

En el año 1322 en Ely (ciudad inglesa donde se levanta una gran catedral), el Sacristán compró guantes para los masones ocupados en la "nueva obra", y en 1456, en el Colegio Eton, se señala que cinco pares de guantes fueron entregados a los albañiles que edificaban los muros, "como es obligación por costumbre".

También hay un documento que precisa que en el Colegio Canterbury en Oxford, el Mayordomo anotó en sus cuentas que "se dieron veinte peniques como glove money (dinero de guante) a todos los masones ocupados en la reconstrucción del Colegio".

En 1423 en York (Inglaterra) diez pares de guantes fueron suministrados a los albañiles ("setters") con un costo total de dieciocho peniques.

En Inglaterra, en las épocas isabelina y jacobina (1558-1625) los guantes tenían un prestigio que es difícil comprender en la actualidad. Se trataba de un artículo de lujo, poseedor de mucho simbolismo, y constituían un regalo apreciado. El guante significaba entonces un profundo y recíproco vínculo entre quien lo daba y quien lo recibía.

En 1571, Robert Higford envió un par de guantes a la mujer de Larence Banister. En 1609 J. Beaulieu le comunicó a William Trumbull que "Mi señor le ha regalado 50 chelines en un par de guantes a Monseñor Marchant como retribución por haberle enviado el diseño de la escala." En el Año Nuevo de 1606 los músicos reales le obsequiaron cada uno un par de guantes perfumados al rey Jacobo I. En 1563 el Conde de Hertford, con quien la reina estaba disgustada, queriendo congraciarse con ella le escribió al Lord Robert Dudly que deseaba una reconciliación y ruega que le presente a la Reina, en su nombre, un pobre par de guantes como prenda.

Los guantes eran un regalo acostumbrado en el Año Nuevo, que a veces era sustituido por el "dinero de guante". Asimismo, los guantes constituían un obsequio tradicional de los enamorados a sus prometidas. En la obra de Shakespeare (quien era hijo de un guantero) Much Ado about Nothing (Mucho trajín por nada), el personaje femenino Hero declara "estos guantes, que el conde me envía, son un excelente perfume" (Acto III, escena 4). El payaso en The Winter's Tale (Historia de Invierno) declara: "si no estuviera enamorado de Mopsa, no debieras tomar mi dinero, pero estando encantado como estoy, estaré también esclavizado con ciertas cintas y guantes (Acto IV, escena 4). En Enrique V el rey intercambia guantes con el soldado raso Williams (Acto IV, escena 1).

Entre 1598 y 1688 en muchos documentos escoceses se menciona la entrega de guantes a los picapedreros y albañiles.

Estos documentos se refieren a masones operativos, pero también respecto a los especulativos existen documentos antiquísimos. Desde 1599 existen pruebas que a cada masón en su iniciación debía entregársele un para de guantes - que pagaba de su bolsillo. El documento más antiguo en esta materia es el llamado Estatuto Shaw, dirigido a la Logia Kilwinning en diciembre de 1599, donde se estipula que los derechos de iniciación en la logia sumaban 10 libras esterlinas escocesas, con 10 chelines para los guantes.

Documentos de la Logia de Melrose de los años 1674-1675 demuestran que tanto los aprendices como los compañeros tenían que pagar derechos de ingreso "con guantes suficientes para toda la compañía ...".

En un documento de Aberdeen en 1670 se expresa que el aprendiz debe pagar "cuatro dólares reales con un mandil de lino y un par de buenos guantes para cada uno de los hermanos". El uso del lino en vez de cuero es interesante, pero se explica por tratarse de una zona donde existían numerosas tejedurías de lino.

En 1686, Robert Plot, en The Natural History of Stafford-shire (Historia Natural del Condado de Stafford), relata que era costumbre entre los Francmasones "que cuando cualesquiera son admitidos en la Sociedad, se convoca una reunión (o Logia, como la llaman en algunas partes), que debe consistir de por lo menos 5 o 6 de los Antiguos de la Orden, a quienes los candidatos obsequian con guantes, y asimismo a sus esposas ...". Esta es aparentemente la primera mención del obsequio de un par de guantes a la mujer como parte de la ceremonia de iniciación.

En 1723 se publicó el documento llamado Examen de un Masón en el periódico londinense El Correo Volante, que comienza así: "Cuando es recibido un nuevo Francmasón, después de haber entregado a todos los presentes un par de guantes para hombre y un par para mujeres y un mandil de cuero ...".

Posteriormente, esto se transformó en una tradición en todas las iniciaciones, y aparece en todos los rituales de iniciación franceses del siglo XVIII, aunque cabe señalar que en Inglaterra y Escocia se perdió paulatinamente la costumbre y desde comienzos del siglo XIX ya ni se menciona en las actas y reglamentos de logias.

En 1724 se menciona que logia en Dunblane entregaba un par de guantes y un mandil a sus iniciados.

En 1754, en Haughfoot (Inglaterra), la logia estableció "que nadie puede entrar a la logia sin un par de guantes para cada miembro de la susodicha logia".

En la primera "revelación" francesa conocida, que data de 1737, llamada Carta de Herault, se señala que el aprendiz recibe en la ceremonia de iniciación un mandil de cuero blanco, un par de guantes para sí mismo y un par de guantes para la mujer que más estima.

La tradición se mantiene viva especialmente en las logias que trabajan en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, si bien otras logias también practican la misma costumbre.

Es interesante mencionar que en los grados superiores del Rito Escocés se usan guantes de diversos colores, especialmente negro y verde, además del blanco, apropiados al simbolismo del grado.